Una reflexión crítica sobre el rostro, la caracterización y el sesgo histórico hacia el vestuario
La investigadora y docente Esther Yance Martín ofreció una ponencia tan necesaria como reveladora, en la que abordó el escaso reconocimiento que han tenido, a lo largo de la historia, disciplinas como el vestuario y la caracterización, especialmente en el cine. Su intervención, rigurosa y comprometida, puso el foco en los prejuicios de género que han afectado al estudio académico de estos lenguajes visuales esenciales.
Un arte feminizado, marginado y poco estudiado
Yance citó a la teórica Pam Cook, quien ya señalaba que el diseño de vestuario ha sido tradicionalmente excluido de los estudios cinematográficos, a pesar de ser un campo donde muchas mujeres han destacado. Este sesgo responde a una mirada cultural que desvaloriza lo considerado “femenino”, asociándolo a lo superficial o decorativo.
“Lo que es percibido como femenino es a menudo considerado trivial”
(Pam Cook)
Si el vestuario ha sido históricamente ignorado por la teoría, la caracterización —maquillaje, peinados, prótesis— lo ha sido aún más, a pesar de su enorme poder narrativo y simbólico.
El rostro como escenario
A lo largo de la ponencia, Esther Yance subrayó la centralidad del rostro en la expresión actoral, especialmente en el cine, donde el encuadre convierte la mirada, el gesto o el detalle más mínimo en un motor dramático.
Darwin ya había estudiado científicamente la expresión de las emociones a través del rostro, y diseñadores como Eiko Ishioka o la legendaria Yvonne Blake han insistido en esta idea.
En una entrevista inédita reproducida durante la ponencia, Yvonne Blake afirmaba:
“Nunca el vestido debería dominar lo que es la persona. Tiene que complementar. En el cine, el rostro es lo que uno mira. […] Lo que es importante es que el vestuario tiene que estar perfecto, porque el cine amplifica todos los detalles.”
Una afirmación que deja claro cómo el vestuario y la caracterización no deben imponerse, sino respetar y potenciar la identidad escénica del personaje.
Maquillaje como marca del tiempo
Otra línea de reflexión abordada en la conferencia fue el maquillaje como símbolo del momento histórico y social.
A partir de la exposición organizada por Richard Corson y Maeder en 1987, Yance señaló cómo la estética cinematográfica, incluso cuando pretende ser fiel al pasado, siempre lleva impresa la mirada del presente.
“La manera en que los seres humanos ven el mundo […] está inseparablemente ligada al tiempo en el que viven”
(Earl A. Powell)
Esto nos obliga a repensar cualquier diseño escénico o cinematográfico como una traducción cultural, y no como una mera reproducción histórica.
Lo que el peinado (y su ausencia) revela sobre el cuerpo y su control
Esther Yance Martín abordó el uso simbólico del maquillaje y la peluquería en el cine de ciencia ficción, un género donde el cuerpo —particularmente el cuerpo femenino— se convierte en territorio político y estético.
Calvicie, control y deshumanización
A través de ejemplos como Mutantes y Dune, Yance mostró cómo la pérdida de cabello en ciertos personajes está cargada de sentido: se asocia a menudo con la pérdida de sexualidad, de identidad o de masculinidad.
Este tratamiento estético no es nuevo: remite a la estética sobria y religiosa de los Países Bajos del siglo XVI, donde las frentes despejadas simbolizaban pureza, recato y control del cuerpo.
Barbarella y la hipersexualización femenina
En contraste, el personaje de Barbarella es presentado con una estética extremadamente sexualizada, con un uso del peinado y maquillaje que responde a una fantasía masculina: cabello suelto, volumen exagerado, brillo…
Yance nos recuerda que estas elecciones no son inocentes: responden a una mirada masculina heteronormativa profundamente arraigada en la industria audiovisual.
Testimonios de una industria patriarcal
Para ilustrar esta presión estética sobre las actrices, se proyectaron testimonios de figuras como Jane Fonda, quien recordaba así su primer encuentro con los estándares de belleza impuestos por los estudios:
“Me maquillaron la cara, y cuando me miré al espejo no sabía quién era. Era como alguien salido de una cadena de montaje. […] Querían que un dentista me operara la mandíbula, que me pusiera pecho… yo era un producto de mercado.”
(Jane Fonda en entrevista con Delphine Seyrig, 1976)
También se recogió la voz de Maria Schneider, que denunciaba con claridad el dominio masculino en la toma de decisiones dentro del cine:
“Los productores, los técnicos, los realizadores… todos son hombres. Ellos te orientan, te dan el guion, te dicen qué hacer. Sus temas también son de hombres.”
(Maria Schneider en Seyrig, 1976)
Estos relatos evidencian cómo el maquillaje, el vestuario o la peluquería no han sido solo herramientas estéticas, sino mecanismos de control sobre el cuerpo femenino.
Ciencia ficción femenina: romper con el molde
Yance contrapuso esta tradición a otras propuestas cinematográficas donde la mujer se desvincula del canon dominante, especialmente en películas dirigidas por mujeres.
En cintas como:
- Born in Flames (Lizzie Borden)
- Strange Days (Kathryn Bigelow)
- Tank Girl (Rachel Talalay)
las protagonistas no siguen el imaginario masculino: van sin maquillar, sin peinar, con una estética desobediente que se convierte en declaración política. La feminidad deja de ser un producto para el consumo masculino, y se transforma en autonomía visual.
👽 Cuerpos enmascarados: la máscara se expande
La reflexión se amplió a los cuerpos del futuro: la máscara deja de estar solo en el rostro y se convierte en prolongación corporal completa, como una segunda piel o exoesqueleto.
Yance propuso un recorrido por películas donde esta idea se manifiesta de diferentes maneras, desde lo grotesco hasta lo sublime:
- Gibelt Sintatsi
- Just Imagine
- The Astounding She-Monster
- Queen of Outer Space
- The Time Machine
- Alien
- Akira
- Galaxy Quest
En todas ellas, la estética sirve no solo para crear mundos ficticios, sino para revelar los miedos, deseos y tensiones sociales del presente.
Conclusión
La ponencia de Esther Yance Martín nos invita a desenmascarar el maquillaje: a mirarlo no como ornamento, sino como una construcción política, cultural y profundamente simbólica.
Desde los peinados que definen la opresión o el deseo, hasta los rostros ocultos que exploran nuevas identidades, la caracterización no adorna: construye narrativa, cuerpo y poder.